sábado, 2 de junio de 2007

Quiero ser tormenta en el mes de mayo

Sólo quiero respirar
furia gris
de lluvia y arena.

Y convertirme en un rayo
fugaz e inesperado
de luz y tiniebla.

Quiero ser tormenta en el mes de mayo.
Descontrol y pureza.

Sólo quiero entregarme al viento helado
fusión
de granizo y niebla.

Y caerme desde lo más alto
fogosa y hambrienta
de tu ombligo a tus pies.

Quiero ser tormenta en el mes de mayo.
Descontrol y pureza.


Sólo quiero desaparecer.

Y derretirme.

Acabar siendo
tierra roja
de sangre y lodo.


20.05.07

Pinchazos de sal

Su mirada permanecía intacta, aplacada por el miedo, como siempre.
Era difícil imaginarse tantas cosas...Pero aún era más difícil creer en todo lo que nos rodea, en las sensaciones intrigantes que recorren nuestro cuerpo convertidas en un leve y acelerado cosquilleo. Creer para volver a retractarnos dejando todo lo extraño y horripilante a un lado.
Hay dos caminos; sobrevivir creyendo o huir sin creer en nada.
Él estaba confuso, pensando en que sería de todos nosotros dentro de un tiempo, cuando el mundo ya no fuera mundo y el cielo nos amenazase con derretirse sobre nosotros.
Sentía un dolor punzante en los dedos de las manos, como si en cualquier momento pudiera llegar a dejar de sentir. Era extraño pero cierto, como tantas y tantas cosas...

Acudía a la playa más cercana la mayor parte de los días para envolverse con la frescura del espumoso mar y olvidar aquel confuso dolor.
Solía sentarse en la orilla y arrastrar sus dedos por la fina y mojada arena, hasta que las olas del mar rompían frente a él y todo se mojaba; alma y cuerpo, cuerpo y alma.
Solo, seguía intentando descifrar el final del horizonte, aquella larga y fina línea que separaba lo más bello; el mar y el cielo.
Era un chico delgado y pálido, con ojos de un gris azulado –como la espuma del mar-.
No le gustaba hablar con nadie. No le gustaba tener que soportar el ruido de la gente en las calles, hablando y hablando de los demás, apostándose la dignidad unos a otros, gritando frases estúpidas que no servían de nada a nadie...
¡Ruido! ¡ruido! -aún así, prefería el ruido de la soledad-.
Pero cada día que pasaba se acentuaba más ese dolor retorcido y cobarde.

La primera vez que sintió algo así fue cuando, tumbado sobre una roca tan agrietada y lisa que superaba a la contradicción (cosas de la insólita naturaleza) descubrió unos metros a su lado una gran concha de colores dorados salpicada con manchas rosadas iluminadas por el sol y, justamente enfrente, una pequeña niña de largos cabellos y profundos ojos, adentrándose por el rocoso camino para llegar a esa concha que parecía mirarla apoderándose de su ser. La pequeña andaba y andaba, agarrándose como podía para no mojarse su largo vestido con la sal del mar. De repente, él la miró a los ojos, y la niña, exhausta, se sonrojó a la vez que tropezaba con el pico de una encrespada roca negra. Entonces, él la agarró cogiéndola de las manos y sintió como un terrible dolor se apoderaba de él, como si algo fuera mal, como si se acercarse reptando sobre ella una sensación fría y oscura...como si a la niña se la comiese el mar, viajando encima de esa enorme concha dorada hacia otro mundo, hacia la muerte.
Sus manos suaves eran como la voz de aquella sonriente niña, se ahogaba de pie frente a él, erguida sobre la roca contradictoria, frente a frente. Y las manos de la pequeña le pedían ayuda; sólo ellas, gritando como si miles de espinas se clavasen en las yagas de sus dedos.
Era ese dolor punzante y agonizante en mis dedos lo que me decía que la pequeña moriría engullida por el oleaje de aquella mañana.
Él seguía sujetando sus manos hasta que un fuerte pinchazo hizo que el cuerpo de la pequeña se derrumbase sobre la gran concha dorada.
¿Por qué? La niña estaba bien, sonreía al mirarle hasta que, de repente, su mirada perdió intensidad y sus párpados se cerraron lentamente hasta que su corazón dejó de latir...una simple tentación, un simple roce de dedos...la había matado.

Era un don maldito el de predecir la muerte, pero después de sentir como se partía en dos al ver a esa pequeña arrastrada por las olas sobre su gran deseo, sobre su gran concha; pensó que sólo podía ser un “don”; tal vez para excusarse y sobrevivir.

Desde aquella mañana sentía ese dolor en los dedos de las manos, le asustaba porque le había pasado con más gente, pero solo al contactar sus manos con las de alguien que estuviera al borde de la muerte. Pero ahora...ahora era todo distinto, le dolía a todas horas y era imposible deshacerse del dolor.
Prefería no pensar y seguir caminando sobre su ignorancia.
Después de un tiempo, fue a la playa como cada día y se sentó sobre la orilla para que el mar le mojase lentamente los pies y las piernas. Aquel día si que era fuerte el dolor, se acentuaba sobre él algo extraño, algo que le consumía por dentro.
Estaba mirando a la lejanía del cielo, observando como las nubes se enredaban sobre él.
Arrastró sus pequeños dedos sobre la arena, despacio, como siempre.
Y se dio cuenta de que no sentía nada, de que no existía ahora ninguna sensación sobre sus yagas, ni fría ni húmeda, ni seca ni cálida...nada.
El mal se adentraba, y atacó ahora a sus piernas, esa sensación subía por todo su cuerpo...hasta que dejó de sentir.
Sabía que iba a morir, y aquel mal extraño ahora llegaba a su fin, parecía que miles de manos apretaran contra su cuello y sus ojos se perdieran nublándose el cielo.
Era como si aquellas nubes se le cayeran encima y no pudiera hacer nada porque no era nada, no era nada sin sentir...
La brisa del día le azotaba la cabeza y sus ojos se cerraban para no volver a abrirse; era el principio del final.
El dolor estaba por todo su cuerpo, allí, tendido en la arena, sobre espuma y sal, sobre dolor y muerte.

Desgarrando su propia vida

Ahora, ahora la agotaba la idea de pensar.

No quería seguir.

No podía parar.

Pero allí estaba; devolviendo lágrimas, devolviendo vida.
Era como un monstruo insaciable que se alimentaba del sufrimiento y se comía su vida, poco a poco.

Ella

Se miraba.
Se tocaba.
Se hundía.
Se moría.

Noche tras noche escribía lo que sentía en las hojas de un viejo cuaderno.
Y volvía a morir.
Cada noche.
Cada día.
Llegaba el sol, llegaba la luna; como siempre.
Y ella quería parar el tiempo, parar su obsesión. Tirada, pensaba en dejarlo.
¿Cuánto más aguantaría?
Llevaba dos semanas evitando la tentación de desgarrar su vida vomitando.
Pero volvió (ella), el monstruo volvió, cargado de más fuerzas, más veneno, más dolor.
Mientras:
La engullía. El monstruo a ella. Ella a su vida.
Devolvía su vida como cada día, incluso sin tener ya vida alguna que devolver.
Y lloraba. Una y otra vez.
Y el monstruo se apoderaba de ella.
Y crecía.
Y vivía acomodado en todo se cuerpo.
Y se apoderaba de ella mientras rasgaba la poca carne que quedaba y lo convertía en huesos, lo convertía en una desesperada obsesión por desaparecer.
Y seguía ese extraño ser dentro de su estómago, dentro de su cabeza.
¡No sigas!- le gritaba a él; se gritaba a ella misma.
Rota.
Ella estaba esparcida por el suelo en mil pedazos.
Y devolvía.
Se hacía cada vez más y más grande y la mordía.
Y envenenó su cerebro.

Demasiado tarde para darse cuenta de que esa asquerosa y enmarañada sensación, ese insaciable y obsesionado monstruo era ella.
Y seguía, se desgarraba la vida como si se tratase de algo normal.

Ahora, ahora era la definitiva.

Ocupó todo su precioso cuerpo y la inundó de sufrimiento.

Ahora, ahora vomitó toda su vida.

14.03.06

Caminando sobre su vida

Ella caminaba sobre la estrecha y larga línea de su vida.
A un lado.
Él.
Al otro lado.
El mundo sin él.
Caminaba despacio y él la seguía.
El viento soplaba fuerte, su pelo se revolvía .
Ella cerraba los ojos,
y sus ojos no podían más que sentir y derramar lágrimas.
Ya quedaba menos.
Al final;
el horizonte, granate y roto.
Debajo de sus pies;
el precipicio;
la muerte, negra y cortante.

De repente, una voz desafió al silencio de la noche.

Era él.

¡Espera!
Sigo necesitando tu mirada.

No ves que me hundo,
que no hay salida.


Una fría ráfaga de viento y lluvia azotó su cara y desvaneció a su mirada.

Dudaba y el silencio se apoderaba otra vez de sus almas.

Y otra vez él.

¡Eres tú!
¡Deja de jugar conmigo!
¡Deja de amarme!

¿Ahora qué?
¿Tendré que esperar a que recojas mis pedazos?
¿O seré yo el que recoja lo poco que quede de tu vida?

Ella miraba perdida en otra vida. Y él seguía rajando sus lágrimas para que cortasen más al caer sobre su fino cabello, el de ella.

¡No! ¡Tengo que hacerlo!
No puedes seguir recorriendo mi cuerpo como cada día y hacerme sentir único.
No puedes susurrarme al oído tus sentimientos y después abandonarme en una esquina.
No puedes querer que te quiera cuando me doy la vuelta y regalas tus besos.

¡No puedes matarme así!
¡Prefiero que desaparezcas!

Ella se acercó, y le besó profundamente.
¿Podría aquello borrar el dolor?
Ella pensó que sí.

Después, separó sus finos labios y le pidió perdón, una vez más.

Él permanecía inmóvil.
Observando la vida de ella,
que se reflejaba a su alrededor
Esa vida,
era tan oscura y tibia.
La sentía tan lejos de él...

Tan lejos
que no podía envolver las mentiras
para convertirlas en verdad.

Tan lejos
que no podía creer sus palabras.
Ni besarla
y mucho menos, amarla.

Y miró a un lado y a otro, y en medio, ella.
Intentaba olvidar su silueta, pero era algo imborrable en él.
Ella estaba sentada, mirando al precipicio, burlándose de su propia vida.
Una lágrima calló sobre su pálida mejilla y notó como una pequeña mano le agarraba.
Ella se giró.
Era él.
Lloraba con los ojos cerrados.
Sus manos se abrazaban tan fuertemente que ahogaban al aire.
Y el tiempo se hacia tan lento y pesado.
Él se sentó junto a ella.
En ese momento, los dos sentían lo que iba a pasar.
Querían olvidarse, pero no podían.
Querían amarse, pero no podían.
¿Permanecerían separados amándose e intentando olvidarse?
¡No! Sería mejor hundirse los dos en su amor y no volver a mirar al horizonte.
No podían vivir el uno sin el otro.
No aguantarían luchando por sobrevivir en un mundo no deseado.
¡Sí! Ellos preferían ahogarse juntos, en la eternidad.
Se miraron.
Y al mismo tiempo, se susurraron al oído:
-Te amo.
Y saltaron al vacío.
Saltaron hacia la muerte.






Dedicado a una persona muy especial.
Rcuerda, sólo hado hincapié en la desesperación y el deseo de saltar al vacío fruto de la traición...
Pero para nada tienes que acabar así, porque la vida te debe mucho y tienes que disfrutarlaaa!!
Te quiero pequeño!!1bsazooo

Con ella

Mi pequeño y largo dedo índice recorría ahora su cara, daba vueltas por su encrespada piel y se hundía en su cuerpo.
La tocaba.
¡Sí!
Ella estaba allí.
Sus suspiros morían con la llegada de la noche.
Y yo seguía con ella.
Acariciaba ahora su espalda, su suave y clara espalda.
Y mis dedos se perdían en ella.
Y sus labios se perdían en mi.
Pero seguía.
Mis manos se arrastraban con suavidad y se detenían cuando su respiración se hacía más fuerte
recalcando en ella mi deseo.
Ahora, mi lengua.
Era la que humedecía y besaba su cuerpo, poco a poco.
Me detenía.
La miraba.

Preciosos aquellos ojos que intentaban apoderarse de mi cabeza clavándose en mi mente una y otra vez.

Observaba.

Un lunar brotaba de su labio y me invitaba a besarla.

Un lunar.

Su mirada.

Su cabello.

Me sumergía en otro mundo.
Con ella.

24.03.06

Roto silencio

Una voz,
el profundo silencio.

Un nudo en mi garganta,
y mientras tú,
hablándome de tantas cosas,
melancolía y sueños;
Belleza,
y poesía.

Poesía que nacía en tus labios
y se derramaba sobre el silencio.

Poesía que cortaba nuestra extrañeza
al oír nuestras voces,
al sentir con las palabras.

Tu voz,
derrotando
al silencioso silencio.

"Sólo escribo por gusto"
te repetía a ti, insaciable voz.

No soy nadie,
pensamientos contradictorios
me agotaban y pesaban en mi.

Y por fin
llegó mi voz,
matando al precioso silencio.
22.05.06



Dedicado a Leo Zelada.
Pero, sobre todo, a esa inesperada llamada de teléfono...
Un saludo.

Sin verme, sin ti.

No me veo
andando despacio
por la línea
de la locura
contigo.

Ni tampoco
a contracorriente
para deshuesar
al tiempo.

No me veo
ni de un lado
ni de otro,
pero si de un color verdoso
dentro de tu mirada.

Palabras, sin aliento
deshaciéndose
sobre mi nuca.

Metamorfosis confusa
entre tú
y yo.

Revoloteamos,
provocando
al placer.

Andamos desnudos
y desnudos desnudamos
nuestras sombras.

No me veo
ni lejos
ni cerca,
ni tampoco
muerta.

Sigo creyéndome inmortal
aunque solo sea
junto a ti...

No me veo
construyendo
un largo puente
para sobrepasar
al egoísmo.

Ni tampoco
besando
la paz
bajo mis pies

Imposible.

Libertad
hincha
mis venas.
Y tú, color añil
allí.

No me veo
de tu mano
cuando el mundo
estalle.

No me veo.
Ni veo al mundo.

Tampoco quiero verlo.

Después de todo
solo sé
que solo
llegaré a vermesin ti.

Tiempo

Tiempo
que pasa y se pierde.

Tiempo que se envuelve
y suspira.


Tiempo manchado de tiempo.


Lejano y cercano.
Muerto y vivo.

Tiempo que se nos cae encima
y nos araña

Tiempo que duele
y sigue en ti; en mi.


Tiempo manchado de tiempo.



Seco y cálido.
Frío y húmedo.

Tiempo sordo
y agrietado.

Tiempo
que pasa y no vuelve.

Versos cortos

Versos cortos,
que se derriten
en espiral.

Tan poco se...

Tus manos son débiles
y el tiempo
resbala entre tus dedos
escapándose
para no ver más.

Cuánto no sé...

Todo igual.
Tú.
Enferma
sin luz.
Muerta
sin muerte.

Versos cortos
bebiendo de mi,
juntos.

Lejos
su vida huye
de la soledad
que la abriga
cada día.

No es nada.

Nada es nada.
Ni tú ni yo.

Ni siquiera
ella.

Versos cortos,
que se marchitan
en el gris de tu mirada.

Ella que es tanto
fruto de amor
también de odio

Da vueltas en mi cabeza
No sé que pasa
Me giro
y descubro.

Creer
empequeñeciendo
tu vida.

No creer
engrandeciendo
mi dolor.

Versos cortos,
a flor de piel.

31.06.05

Eres tú

Y caerme en otro mundo
relamiendo los segundos
buscando la belleza
del viejo horizonte.

Estás entre las palabras,
entre la niebla.

Y escribo.
Te describo sobre un papel
dibujando finas líneas
bailando
sobre las sombras
de tu cabello.

Estás entre mis versos,
escondido.
Entre la lluvia derramada
en cientas de noches.

¿Te acuerdas?
Te tenía tan cerca
Quizás tan lejos.

Amaba a tu voz
y te veía detrás de ella.

Sigues entre las palabras
de mis pensamientos.

Sigues entre la lluvia
acurrucado junto a mi,
mojándonos,
imaginándonos juntos.

Te describo de nuevo,
has vuelto
con el perdón
deshaciéndose
en tus manos.

Eres la vida que intenta huir
y gritar
para desaparecer.

Gritar
y luego volver a gritar
para caer en mis brazos.

Te tenía oculto
lejos de mi
para no descubrirte
para no tener que matar
al recuerdo
de nuevo.

Eres la vida que pide libertad;
lejos de mi.

Eres la vida que se mancha
de oscuridad y orgullo
de miedo y soledad.

Eres mi vida en tu vida.

Eres todo.

Eres tú.


31.06.05

Háblame

Háblame de la verdad
que sostienes
en tu mirada.

Háblame de largas historias
que se tienden la mano
y se miran.

Háblame de ti.
No calles.
No huyas.

Háblame de sueños inflados
de deseo.

Háblame de paz utópica
enhebrada en tus venas.

Háblame de rencor
Mezclado con odio.

Y venganza de la que muerde
Y mata.

Háblame
del romanticismo.

Y de lo más alto.

Háblame de lo bueno en lo malo
Y de lo malo en lo bueno.

Háblame de todo
y de nada.

Háblame con la mirada
Con tus ojos en mis ojos.

Háblame como si fuera el último día.

Pero, por favor, háblame sin que me duela.



16.07.06

domingo, 20 de mayo de 2007

En el borde de tu corazón

Estoy sentada en el borde de tu corazón.
Esperando resbalar como una gota de cera
Esa gota que cae poco a poco y te quema
Dejando huella, ahondándose en ti.

Mis piernas se agitan de un lado a otro
Pero creo que no llamo tu atención.

El borde se hace cada vez más estrecho
Y siento que tu mirada se pierde lejos de la mía
Siento que no te siento.

Algo me empuja.
Para caer al vacío
Para llegar al olvido

Y llorar
Como siempre.

Las veces que pensé en levantarme
y llegar al fondo de tu corazón...

Pensé y permanecí en el borde
Incitando a que me devorase tu olvido
Para no hacerse daño, para protegerse de mi.

Lo que te quiero.
Y las pocas veces que me atreví a decírtelo

Miré atrás.
Estabas tras de mi.
Tu mente me rechazaba.
Era un mecanismo de defensa

Ahora vuelvo a mirar.
Lejos de ti.
He caído
Me arropa la piel del olvido.




29.03.06

Ellos por ti

El viento se endurecía.
Ya no era aquel suave murmullo.
Ahora era fuerte y doloroso,
era como si golpease y arañase tu cerebro.

Y tú no supieras reaccionar.
Te perdieses
Y tu cabeza se ahogara para besar a la muerte.

Tu familia.
Ellos, junto a ti.
Ellos, sin ti.

Y cada vez más rápido.
Cada vez más fuerte.

Se acercaba.
Con cuidado.

Y ellos querían cogerte en sus brazos
para que no te volvieses a perder
para que tus ojos se perdieran en el amanecer
de un nuevo día, de una nueva vida.

29.03.06


Dedicado al tío de Javi.

Escrito después de haber hablado con Sagra, la madre de Javi, introduciéndome por una vez en la piel de ellos, aquellos que tanto le quieren.

Nuestras manos

Tus manos
pálidas y frías.

Mis manos
oscuras y cálidas



Necesito tus manos para guiarme.
Junto a ti
junto a ellas.

Yo

Te necesito para llegar lejos.
Allí donde el mar nos engulla
de un golpe
los dos juntos
por siempre.
12.03.06

Juntos, lejos, muertos

Te mato

Me duele
Me dueles

Morimos juntos
Amándonos
Sintiéndonos
Extrañando nuestros besos

Juntos

Puede que haya jugado contigo
Puede que todo se imponga
Puede que todo siga arañando
nuestros corazones
nuestras vidas

Y yo aquí.
Lejos de ti.

Pero necesito tu voz
para hacerme fuerte
y gritar
Sin miedo
Alto.

Y tú allí
Muerto por mi

¡Mírame!
No puedo ahogarme sola

Te necesito.

¡Ven!
Te amo tanto...


12.03.06

Punzante desamor

¡No! ¡No mires atrás!
El mundo puede darte la espalda otra vez.
¡No! ¡No agotes tus lágrimas!

El desamor es poderoso.
Enferma la mirada del amante.
Ahogada la pasión de los dos;
la de ella muerta en suspiros,
la de él muerta en deseo.

El desamor es doloroso.
Punzante y retorcido.
Como una daga en tu cuello.
Como un enmarañado juego
de dos, de ninguno.

El desamor es inesperado.
Como si la vida se partiera en dos.
Y el viento te rajara la cara.
Y la noche sobre ti muriera.
Como si la vida agotase su voz.

¡Todavía no mires! ¡Espera!
Todo está tan oscuro y vacío...
Todo es tan incierto en un mundo tan inflado de maldad...

07/03/06.

Tempestad

Sí; ahora sí lo llamaría tempestad.
Un tenaz murmullo sobre la vida,
un tono celoso e incomprendido,
una sincera mancha de dolor en sus ojos; en su profunda mirada.
No podía mirar atrás; ¡no! Ella no lo haría.
No podía detenerse y caminar sobre un mundo lleno de miradas rotas, de extraña amabilidad e incesante egoísmo.
No podía ni siquiera adelantarse al tiempo, como deseaba, como soñaba.
Ella, ella... Quería crear otro mundo y vivir.
Enmudecer al dolor, para que no gritase, para que no se clavase una y otra vez.
Musitar, lentamente, para olvidar al agobio.
Desinflar el poder de los más poderosos y ahogarlo, también lentamente, para acabar con la desigualdad.
Bendecir lo más profano para agotar la contradicción de lo sagrado.
Saciar nuestra sed para acabar con la mentira.
Matar a la guerra.
Liberar a la libertad.
Amar.


26.01.06

viernes, 13 de abril de 2007

Un día más

Un día más.
Lejos de todo, cerca de nada; allí se encontraba su pequeña y frágil mirada.
Se sentía rota, vacía; la acechaba un sentimiento casi perdido, casi muerto.
Las lágrimas parecían no acabar y aumentaba su deseo de abandonarlo todo, una vez más, un día más.
Ella, ella, ella.
No quería recordarla, tampoco quería amarla como la amaba.
Puede que fuera una coincidencia, puede que fuera una vida, puede que la matase poco a poco su peligrosa y enmarañada personalidad.
La suave y fría lluvia se derretía por todo su cuerpo, las nubes se ensombrecían, la noche se apoderaba del mudo tiempo, de la perfecta imperfección, del indeciso miedo, del profundo amor, del desgarrador aullido del deseo.
Se apoderaba de todo, e inundaba con su presencia su pequeño corazón.

Un día sin sol
mi mano acariciando su pelo.

Un estrellado cielo
Yo
mi deseo, mis caricias
Ella
su mirada, sus besos.

La lluvia inundando toda la cuidad
mi cuerpo frío junto a su cuerpo desnudo.

Paz
una palabra de sus suaves labios.

Perfección
mis manos acariciando su rostro,
su pecho contra el mío.


Pereza
nuestros cuerpos abrazados.

Vida
ella.

Estaría perdida un momento más, un día más.
Ahogaba su tristeza tras un cristal.
No volvería
¡No! No volvería a amarla después de todo.
Hoy
Hoy será un día lento y herido, un día aquejado por la soledad, un día muerto...
Un día más.

jueves, 12 de abril de 2007

Duelo entre gotas de lluvia

-¡Resbala!-gritaba uno de los niños, deseando que aquella perfecta gota recorriese su camino lo antes posible. -¡Vamos! ¡Vamos!-decía una y otra vez.
Mientras, a su lado, una niña de ojos grises se concentraba en el mismo deseo pero no decía nada, ni una palabra salía de sus pequeños labios.
Ella permanecía en silencio, con esa enorme mirada grisácea, apuntando a la fina gota, a la gota que la pertenecía.
La observaba como si fuera su vida, resbalando, pasando poco a poco pero a la vez tan rápido que llegaba al borde del cristal y nadie se daba cuenta, nadie lamentaba su pérdida cuando aquella gota estallaba agotando su vida, dejando paso a otras suaves y finas gotas.
-¡Nosotros podemos ganar!-repetía el niño hasta quedarse sin aliento.
Pero su gota no avanzaba. Había permanecido intacta, en una esquina del mojado cristal, esperando.
La niña seguía sumida en el silencio, observando como su gota corría sin cesar.
Esto le recordó a algo, era como la sangre que derramaba su madre, era como aquel día oscuro en el que el tiempo se agotaba y ya no quedaba nada, solo sangre iluminada por un cielo roto de esperanza.
El viento azotaba su mente. Sangre, vacío, amor, lluvia, muerte.
La desesperación se apoderó de la niña. Salió corriendo presa del pánico que le resultaba recordar una y otra vez lo que había sido su vida. Se acurrucó en una esquina.

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El niño gritaba eufórico hasta que consiguió que su gota adelantase a la de la niña.
Gritó y gritó. Se llenó de euforia y alegría. Había conseguido ser algo más. Sentía orgullo. Ahora poseía la superioridad en sus venas.
Se dio la vuelta y observó lo que en realidad era todo aquello, sintió añorar una vida. Estaba en un lugar lleno de niños como él, niños que deseaban ser acogidos por alguna familia; niños faltos de cariño, niños que esperaban cada mañana, niños que competían con las gotas de lluvia, niños vencidos, niños mudos, niños muertos por dentro.
Apartó su mente de estos pensamientos, se guió por la luz gris que desprendía su mirada, la de ella y la encontró alimentando sus lágrimas con la más profunda oscuridad
Estaba sentada, con la cabeza apoyada en las rodillas. Él se acercó a su sedoso pelo y la besó. Después, desapareció como la lluvia.
Él se marchó pero volvería a buscarla. Siguió observando la lluvia, deseando que las finas gotas recorriesen el cristal sin pensar, lo recorriesen como si él las empujase poco a poco, lentamente, una a una.


Ella esperaba a la lluvia día tras día. Y contaba las gotas, contaba los días, sentía como le añoraba, sentía como le amaba.




02.02.06

Mientras el otoño inunda las calles

Ya nada era lo que parecía.
Recuerdo como ella, cada atardecer, contemplaba como el otoño inundaba las calles.

Yo permanecía en silencio, su mirada llena de miedos me incomodaba.
La visitaba todos los días, era una gran amiga y aunque la mayoría de las veces el silencio se apoderaba de nuestras palabras, me gustaba observarla...
Una tarde llamé a la puerta, como de costumbre, pero nadie me abrió.
Un aroma inquietante rodeaba aquel lugar, el día pálido, los pájaros parecían quejarse de dolor, las miradas de la gente que por allí pasaban eran tristes, sin sentido y yo ahora me encontraba solo, perdido en un mundo extraño, ya que aunque fuera difícil de creer sin ella no era nada, yo la adoraba, siempre la había adorado...
Estaba preocupado, ya que ella era demasiado obsesiva, demasiado compulsiva, demasiado impredecible...
Hace unos años ocurrió algo parecido:
Una tarde cálida, llena de recuerdos, ella decidió cerrar todas las puertas, decidió desaparecer por un tiempo, y sólo observar tranquila la llegada del desolador otoño, o tal vez la llegada de otra vida...
Predecía que estaba vez pasaría igual, aunque definitivamente fuera para siempre. Después de rondar por las calles de aquel pequeño y triste pueblo, decidí cambiar mi manera de pensar sobre ella, decidí ayudarla a seguir adelante, decidí tenerla en mis brazos para siempre.
Me apresuré, y cuando llegué a aquella vieja mansión, entré en el jardín, en aquel jardín lleno de margaritas deshojadas, lleno de despojos, árboles muertos, hojas secas, aquel jardín sin vida.
Estuve rondando por allí y encontré una pequeña ventana entreabierta que daba al salón. Con mucho cuidado me asomé y pude ver como mis confusos pensamientos se hacían por desgracia realidad.
La locura envolvía su cuerpo, ella estaba pálida, con miedo.
Yo no la reconocía, sus silenciosas lágrimas, su mirada muerta...
Y mientras ella recordaba aquel seco atardecer de otoño que marcó su vida, su locura se volvía más visible y después de todo, decidió quitarse la vida pero antes escuché un leve susurro:
-Lo haré poco a poco, jugando con mi vida, como cada atardecer, contemplando como el otoño inunda las calles...

2005