sábado, 2 de junio de 2007

Caminando sobre su vida

Ella caminaba sobre la estrecha y larga línea de su vida.
A un lado.
Él.
Al otro lado.
El mundo sin él.
Caminaba despacio y él la seguía.
El viento soplaba fuerte, su pelo se revolvía .
Ella cerraba los ojos,
y sus ojos no podían más que sentir y derramar lágrimas.
Ya quedaba menos.
Al final;
el horizonte, granate y roto.
Debajo de sus pies;
el precipicio;
la muerte, negra y cortante.

De repente, una voz desafió al silencio de la noche.

Era él.

¡Espera!
Sigo necesitando tu mirada.

No ves que me hundo,
que no hay salida.


Una fría ráfaga de viento y lluvia azotó su cara y desvaneció a su mirada.

Dudaba y el silencio se apoderaba otra vez de sus almas.

Y otra vez él.

¡Eres tú!
¡Deja de jugar conmigo!
¡Deja de amarme!

¿Ahora qué?
¿Tendré que esperar a que recojas mis pedazos?
¿O seré yo el que recoja lo poco que quede de tu vida?

Ella miraba perdida en otra vida. Y él seguía rajando sus lágrimas para que cortasen más al caer sobre su fino cabello, el de ella.

¡No! ¡Tengo que hacerlo!
No puedes seguir recorriendo mi cuerpo como cada día y hacerme sentir único.
No puedes susurrarme al oído tus sentimientos y después abandonarme en una esquina.
No puedes querer que te quiera cuando me doy la vuelta y regalas tus besos.

¡No puedes matarme así!
¡Prefiero que desaparezcas!

Ella se acercó, y le besó profundamente.
¿Podría aquello borrar el dolor?
Ella pensó que sí.

Después, separó sus finos labios y le pidió perdón, una vez más.

Él permanecía inmóvil.
Observando la vida de ella,
que se reflejaba a su alrededor
Esa vida,
era tan oscura y tibia.
La sentía tan lejos de él...

Tan lejos
que no podía envolver las mentiras
para convertirlas en verdad.

Tan lejos
que no podía creer sus palabras.
Ni besarla
y mucho menos, amarla.

Y miró a un lado y a otro, y en medio, ella.
Intentaba olvidar su silueta, pero era algo imborrable en él.
Ella estaba sentada, mirando al precipicio, burlándose de su propia vida.
Una lágrima calló sobre su pálida mejilla y notó como una pequeña mano le agarraba.
Ella se giró.
Era él.
Lloraba con los ojos cerrados.
Sus manos se abrazaban tan fuertemente que ahogaban al aire.
Y el tiempo se hacia tan lento y pesado.
Él se sentó junto a ella.
En ese momento, los dos sentían lo que iba a pasar.
Querían olvidarse, pero no podían.
Querían amarse, pero no podían.
¿Permanecerían separados amándose e intentando olvidarse?
¡No! Sería mejor hundirse los dos en su amor y no volver a mirar al horizonte.
No podían vivir el uno sin el otro.
No aguantarían luchando por sobrevivir en un mundo no deseado.
¡Sí! Ellos preferían ahogarse juntos, en la eternidad.
Se miraron.
Y al mismo tiempo, se susurraron al oído:
-Te amo.
Y saltaron al vacío.
Saltaron hacia la muerte.






Dedicado a una persona muy especial.
Rcuerda, sólo hado hincapié en la desesperación y el deseo de saltar al vacío fruto de la traición...
Pero para nada tienes que acabar así, porque la vida te debe mucho y tienes que disfrutarlaaa!!
Te quiero pequeño!!1bsazooo

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿para qué saltar al vacío? mejor dejarse deborar por la plenitud de una mirada

Akhira dijo...

Hay veces que no quedan fuerzas para contemplar una mirada y más cuando es hiriente, cuando esa mirada pertenece a alguien a quien has amado y te has dado cuenta de su engaño y de tu dolor.
Hay veces que es mejor no mirar atrás y cerrar los ojos.
En realidad, hay veces que sólo nos queda el silencio y el deseo impulsivo de dejarlo todo y saltar al vacío.